Ventana de tolerancia
Si te cuesta relacionarte con otras personas, conocer tu ventana de tolerancia puede ayudarte a conectar mejor con los demás.
Aunque no soy partidaria de las etiquetas, entiendo la calma y esperanza que da entender lo que te pasa, sabiendo además que no eres la única en tu situación.
Un aspecto importante a la hora de resolver un problema es entenderlo: una vez que sabes qué está pasando es más fácil elegir la mejor la solución y pasar a la acción.
Con la ansiedad social pasa igual: si no tienes claro si tienes ansiedad social o no, es probable que tampoco sepas muy bien qué hacer para sentirte mejor a la hora de relacionarte con los demás.
Las personas con ansiedad no pueden utilizar la interacción con el prójimo para sentirse mejor consigo mismos (…) porque el modo en que hablan y respiran favorece comportamientos de lucha/huida (en lugar de seguridad y conexión).
Stephen Porges
Está claro que, si te cuesta relacionarte con los demás, si no te sientes conectada, si sufres o no te sientes cómoda ni disfrutas de tus interacciones sociales, algo está pasando.
Pero… ¿es ansiedad social?
Como te decía al principio, no soy muy partidaria de las etiquetas diagnósticas, sobre todo de aquellas que no contemplan la influencia del entorno o la historia de vida en los “síntomas” de la persona.
Sin embargo, sé que un buen diagnóstico (integral y respetuoso) puede ser una gran ayuda a la hora de definir la situación y saber qué pasos dar para aumentar tu bienestar.
Por eso, quiero resumirte aquí los aspectos globales que en los que yo indagaría para saber si es posible que exista una situación de ansiedad social, o no:
Aspecto ambiental: qué elementos materiales y humanos forman parte de tu entorno habitual y cómo influyen en tu salud física, emocional y mental. ¿Es un ambiente limpio y relajante o ruidoso y descuidado? ¿Las personas que te rodean están en paz o en lucha consigo mismas? ¿Te sientes atendida y valorada? ¿Cuáles son las posibilidades de crecimiento en ese entorno?
La ansiedad social hace referencia a un conjunto de síntomas mentales, emocionales, corporales, conductuales e incluso ambientales.
Después de una valoración global acerca de cuál es habitualmente tu experiencia interna cuando te relacionas con alguien, podemos ir profundizando y concretando un poco más…
Como ves, para evaluar tu nivel de ansiedad social es importante profundizar y personalizar, ir desentrañando los distintos aspectos de tu experiencia interna y cómo se relacionan entre sí para construir un comportamiento social que favorece o bloquea la conexión.
Tener en cuenta la historia de vida ayuda a reducir gran parte de la culpa que las personas con ansiedad social suelen atribuirse por sus dificultades para conectar
Lo más común y puede que “atractivo” a la hora de hacer un diagnóstico es completar un cuestionario.
Hay varios tests relacionados con la ansiedad social, como la Escala de Evitación y Malestar Social (SADS), o el Inventario de Fobia Social (SPIN) o la Escala de Miedo a la Evaluación Negativa (FNES).
Sin embargo, uno de los que más me gusta es la Escala Liebowitz para la Ansiedad Social (LSAS).
Es cierto que no contempla síntomas fisiológicos, ni aspectos ambientales (cosa que ninguno hace, en realidad), pero sí que recoge situaciones sociales concretas y frecuentes, y tiene una “doble escala” para evaluarlas que me parece muy interesante.
Evalúa por un lado el nivel de miedo o ansiedad en 4 niveles (nulo, ligero, moderado o severo) pero lo atractivo de esta escala es que también valora el nivel de evitación en 4 niveles igualmente.
Esto me parece útil porque, a la hora de superar la ansiedad social, podemos centrarnos en reducir el nivel de malestar que nos causa la situación para poder exponernos a ella en lugar de evitarla…
Pero también podemos reducir la evitación y exponernos a la situación aunque el nivel de malestar siga siendo bastante similar… y gracias a eso la ansiedad también se reduce.
De hecho, suele suceder cuando tenemos un historial de ansiedad social que las interacciones sigan causándonos cierta incomodidad, pero aprendamos a pasar a la acción a pesar de ella.
Eso nos ayuda a tener cada vez más confianza, seguridad y tranquilidad.
A veces reduces el miedo antes de actuar… y, a veces, después de hacerlo.
Reconozco que los diagnósticos me ponen un poco nerviosa: conozco a muchas personas que se culpan aún más a sí mismas etiquetando y describiendo sus síntomas de una forma parcial.
Sin embargo, también pueden utilizarse de forma muy positiva y beneficiosa si se tienen en cuenta, además, los aspectos ambientales o la historia de vida de la persona.
O si se utilizan como punto de partida para hacer un abordaje integral y respetuoso del “problema”, en este caso, la dificultad para sentir seguridad al relacionarte con otras personas.
Así que, si decides completar la Escala Liebowitz para la Ansiedad, te invito a que intentes relativizar la puntuación final total. Y le des más valor a las reflexiones que puedas ir sacando mientras respondes al cuestionario.
Reconocer que tus síntomas encajan dentro de un “concepto” que engloba una situación que muchas otras más personas comparten, puede aportarte algo de alivio y esperanza.
Y así es: independientemente del nivel de malestar o evitación que sientas en tus interacciones, si quieres sentirte más segura y fortalecer tu sistema de conexión social, puedes conseguirlo.
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Si conectar con los demás no te resulta fácil o agradable, es normal que te digas a ti misma que eres menos sociable que los demás o necesitas relacionarte menos que la mayoría… y te aísles más o dejes de intentar relacionarte.
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